Cuando era pequeña y mi memoria ancestral estaba fresca, vivía feliz trepando árboles, jugando y amando a los animales, oliendo la tierra, las plantitas, observando a mi alrededor como un mundo de aventuras y sorpresas.           Creando y jugando sin parar.
De pronto en ese mundo de luz y alegría, una tormenta gigante se aproximaba. El mundo de la oscuridad quería   habitar en mí. Sin querer, sin conocer y con toda mi inocencia no sabía cómo protegerme de este ser.
Parecía que no era la única, parecía que mis guardianes terrestres también se habían olvidado.  Entonces vinieron años de vivir en silencio y en el completo abuso hacia mi ser. Viví bajo la constante manipulación de un hombre sin corazón, de un hombre perdido, lleno de oscuridad. Llegue a pensar que todo esto que me sucedía, era por mi culpa. Y con esa culpa calle aún más.
Nadie se daba cuenta, parecía un mundo sur real. Sin embargo poco a poco mis ganas de terminar este abuso, iban creciendo. Así es que un día decidí ponerle un fin y decirle; “Basta ya no me toques”.
Fue tal mi fuerza y decisión que ese hombre nunca más me tocó. Es en ese momento que comienza mi camino a la sanación, el reencuentro con esa niña feliz, alegre, de mucha luz.
Han sido años duros y de mucho aprendizaje, siempre que aprendo algo recuerdo que el camino de sanación es largo y trabajoso. A veces me pregunto cuantas otras personas habrán pasado por este mismo camino y seguirán en completo silencio. Sin embargo en este camino de sanación entendí que; “En paz y calma cualquier adversidad es pasajera”. Luchar contra algo o alguien solo me lleva y me mantiene en la misma densidad.
Es desde aquí con el corazón abierto y con plena consciencia que siento la importancia de volver a tejer.
De reencontrarme con las mujeres que son la raíz de ese inmenso árbol del cual todas estamos unidas y en el cual todas somos responsables para que se llene de vida, se nutra de paz, alegría y así pueda dar frutos hermosos.
Creo y confío en que nuestras abuelas han venido a recordarnos lo valiosas que somos y lo hermoso que es ser mujer.
Gracias. 
Fernanda Mayca

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